lunes, 15 de junio de 2020

Titán

Nací como Atlas, suelo decir. A veces no entienden. A veces preguntan por qué. Atlas era un titán. Fue severamente castigado: le dieron el mundo para sostener. Se supone que lo carga en sus titánicas espaldas. Mitología griega, ya saben.
Yo no soy un titán, aunque me olvide. Tampoco fui castigada y lo recuerdo todo el tiempo. Pero siempre me habla una sospecha sobre mi concepción en el mundo de las ideas. Una propuesta que tomé o que me endilgaron. Una escena de un trato que no podré comprobar mientras viva.
A cambio de una vida medianamente tranquila o perfecta o deseable, a cambio entonces de unas espaldas muy anchas, te doy esta titánica sensación de que estás sosteniendo a la Tierra y sus dolores, te doy esta titánica sensación de que la Tierra y sus dolores quedan a tu responsabilidad.
Alguien dijo, estoy segura. Alguien dispuso, estoy segura. Alguien me hizo Atlas. Me hice Atlas. Y el mundo entero está pensando mucho para una pequeña y simple mortal. Mi medida no es esta, me excede. La he soportado bien, pero empiezo a flaquear. Da miedo soltarla. Debo soltarla. ¿Podré soltarla?

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