La luna está alterada. Le tiembla el ombligo. Los pechos, no. Le han quedado suspendidos e inertes. Le han quedado detenidos en esas palabras. Esas palabras se parecieron mucho a un no. Tal vez no dijeron que no. Pero la luna escuchó que no y ahora no quiere volverse. Le tiembla el ombligo. Los pechos, no. Mueve unas manos frías. La nuca sigue caliente de la última mordida. Pero la luna escuchó que no y ahora no quiere volverse. Se está olvidando de cómo aullar. Mejor, piensa. Mejor, así dejamos de entendernos. La nuca sigue caliente de la última mordida. Le tiembla el ombligo. Los pechos, no. Y llora. Tiene dos cráteres preciosos en la cara. Se inundan bastante seguido. Cuando le dijo "¿Por qué eres tan fácil de querer?" se inundaron. Pero la luna escuchó que no.
Y se desnuda de ropas, de voces y de recuerdos.
Y se baña esos besos que invisibles se tatuaron.
Y desueña esos sueños que todavía la retienen acá.
Parece una mujer a la que hicieron esperar hasta el cansancio. Y su reloj se quedó sin pilas. Y no sabe leer las horas en el sol.
Parece una mujer que escuchó que no.
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