Bajemos en Viena
Antes del amanecer
soy un terrón de azúcar
disolviéndose en un café
caliente y amargo
que besás
con tus labios profundos
antes de tragarme entera
para que endulce tu pecho
mientras el café lo quema.
Es una tontería eso
de no volvernos a ver.
Mejor, de nuevo acá.
En seis meses.
Vos llegás en avión.
En diciembre.
Yo llego en tren.
Vas a perder ese avión
Antes del atardecer
estoy sentada en medio
de una canción que te vuelco
como una cucharada de miel.
La canción dice que no importa
qué pasó después
quiénes pasaron después
porque en realidad no hubo después
si siempre basé mis creencias
sobre el amor o sobre Dios
en volverte a ver.
Voy a perder ese avión
Digo en voz alta este poema
porque me duele el pecho
de latirlo
de bombearlo
de palpitarlo
y aunque me sangre la garganta
pronunciándolo a tus ojos
duele menos
corta menos
muero menos.
Digo en voz alta este poema
porque lo creí para encontrarte.
Sigue ahí
Antes del anochecer
le pregunto al espejo
si seguimos queriéndote.
Escondo la respuesta
detrás de las pestañas
que bajan con la lágrima.
Mis pupilas miran
para decirte sí
aunque no estés preguntando.
Pauso el reflejo
y por fin te miro
rogando que no piense.
Antes del anochecer
me pedís que por algo tan chiquito
no piense que ya no me querés.
Sonrío la respuesta
delante de las palabras
que edulcoran mi vientre.
No eran dudas de verdad,
yo te quiero en presente
y en todos los tiempos.
Yo te quiero en presente
y en todos los tiempos
durativos, imperfectos.