Dime, gitana de moras y de lunas: ¿qué pasó esa noche? Un par de ojos tiernos frustraron lo nómade de tus piernas. ¿O bailar entre sábanas cuenta como mudanza?
Dime, gitana de decires y llorares: ¿qué te hechizó esa noche? No creí estar muerta para ver encantada a la encantadora. ¿O se deslumbraron poco a poco en secreto los dos?
Dime, gitana de maldiciones: ¿qué te bendijo esa noche? Supe de unas intenciones muy celestiales a tu favor. ¿O estaban conjurando la más efectiva perdición?
No. Claro que no. No hay forma de que estuvieran conjurando tu perdición: tu cuerpo encajaba dignamente en esos brazos.
No. Claro que no. Estaban queriéndose las oraciones de ambos otrora dichas contra lo imposible: porque imposible parecía besarse.
No. Claro que no. Ay, mi gitanita de valentías, por fin supo el sol que la cama se usa también de día: no basta la noche para tanto poema.
Gitanita de pies ligeros, ahora te toca danzar y aplaudir alrededor de una promesa callada y suficiente.
Gitanita de pies ligeros, ahora te toca danzar y aplaudir cerquita de esas miradas de lobo cachorro.
Gitanita de pies ligeros, ahora te toca danzar y aplaudir a cambio de todos los besos con sabor a enero.