martes, 25 de agosto de 2020

Viaje a la cicatriz

Con las piernas abiertas, ella espera el ritual de cada noche. Hay rutinas que tienen buen sabor para ambas partes. Mi lengua no se cansa nunca de su entrepierna. Sus reacciones bailan con mis sentidos. Sus espasmos de placer son titiriteros de mi erección. Entonces, llega mi segundo momento favorito:
la contemplación del ombligo

Su pecho agitado se expande y se contrae como se expanden y se contraen mis párpados al observarla. Está acá, frente a mí, recostada. De rodillas, rodeado por sus piernas, miro su ombligo coronando un vientre curvo y suave. A veces lo beso. A veces no. Es un ombligo hondo. Y me pregunto:

¿Es un agujero negro?

Me echo a su lado. En el techo instalamos un espejo. No es gigante, pero basta. A mi lado, su ombligo. Frente a mí, los dos ombligos. Miro el suyo, miro el mío. ¿Son dos agujeros negros? ¿Acaso quiso la otra dimensión escupirnos a través de un túnel y el final estaba dentro de un cuerpo terrestre en un mundo donde volvemos a nacer? Miro suyo, miro el mío y suspiro:

al menos no hay vuelta atrás.

sábado, 22 de agosto de 2020

Nada más

No me conformo, pero...
Si me lo pedís bien
yo me arreglo con un:
¿Cómo estás?
Qué hermosa sos.
Cómo te arrancaría la ropa.
Y nada más.
Prefiero esperarte así
-aunque me digas que no-
que fingir que no te espero
y terminar olvidándome
y no estar esperándote mañana.
No me conformo, pero...
Si me lo pedís bien
yo no te pido nada más.

lunes, 17 de agosto de 2020

Diario

Sensaciones
Desde finales de mayo hasta principios de julio, me sentía una persona sumida en la inercia. No tenía hambre, pero comía para sobrevivir. No dormía bien. Lloraba muchísimo. Cualquier actividad normal o rutinaria suponía una esfuerzo demencial. Me sentía devastada.
Hubo un día en particular, el 15 de junio, en que me resultó insoportable sentir tanto y tan profundo. Lloré muchas horas. Si estuve despierta 16, debo haber llorado 9 o 10. Es mucho tiempo, es mucho llanto, es mucha energía. Toqué fondo, mi fondo. Hay fondos ajenos más hondos, por supuesto. Pero ese parecía el mío. Pedí ayuda por primera vez.
El hambre volvió y mi ciclo de sueño poco a poco se va ordenando. Me siento mucho menos negativa con respecto al contexto que me fue hundiendo. Me concentro un poco mejor, aunque siempre fui una mujer dispersa. Regulo mejor mis tiempos. Estoy tratando de enfocarme en lo que me satisface: mi trabajo, la oportunidad de una segunda carrera, Katabasis, mis amistades, nuevas lecturas, escribir...
Sí, de repente tengo crisis. No duran diez horas y suelen conjugarse con la llegada de mi menstruación. Pero estoy aprendiendo a sortearlas, sigo aprendiendo a pedir ayuda sin sentir que molesto o que soy excesivamente sintiente como para que alguien pueda lidiar conmigo. Empiezo a creer que todo irá bien.
Lecciones
Por andar llorando y triste y apagada, hice caso omiso de mi inscripción a la carrera que quiero hacer. Es decir, casi pierdo esta oportunidad de seguir aprendiendo, de seguir enriqueciendo mi experiencia conociente. Casi pierdo la noción de mí.

Opción 1

No pido.
O pido sin saber pedir.
Sin saber pedir lo que quiero.
Pero en verdad sé lo que quiero.
¿Sabés? Es muy sencillo.
Te pienso como primera opción.
¿A quién le miento? A mí.
Te pienso como única opción.
Si tuviera una noche tranquila
o una tarde desocupada
o tal vez una mañana
-libre, una mañana libre-
te llamaría de repente
y te hablaría despacito.
Exprimiría esos cinco minutos
o con suerte treinta
o con Dios a mi favor noventa
e imprimiría tu voz
en las paredes de mis oídos
porque extraño que se pueda
lo que no se puede ahora
y tampoco pido
y tampoco extraño tanto
porque me basta mucho, mucho
ese segundo y medio
durante el cual
también soy la única opción.

martes, 11 de agosto de 2020

Opiniones impopulares

Me parece irresponsable emitir el mensaje público de que hasta las orientaciones sexuales están al servicio de la erección cisgénero. Tal vez me equivoco, pero he visto a muchas personas "jugar a las lesbianas" solo para complacer a un urgido que, por supuesto, también suscribe a la idea de que es un juego para calentarlo a él. No hablo de actitudes íntimas, hablo de mensajes públicos.

Si bien encuentro lógica la contradicción y necesaria esa etapa del proceso, no veo la hora de que se termine la discusión sobre los cánones de belleza. Sé que somos sujetes corporales, pero las relaciones interpersonales tarde o temprano trascienden el cuerpo. En mi caso, me resulta más sencillo vivir al revés: iniciar relaciones interpersonales obviando el cuerpo y que, en caso de suponer atracción y deseo, eso comience por las palabras y las conductas y luego se traslade al plano físico. Me gusta ver y tocar solamente cuando estoy segura de que la persona que está frente a mí no es imbécil.

Me hastía que sentirme segura de mí misma me haya generado enemistades y que saberlo y decir que lo sé les haga pensar que soy soberbia. No me gusta que nos hayan mostrado tantas veces que las buenas y humildes son inseguras y necesitan la reafirmación constante. Sé que suena mal que diga "Tu opinión no me afecta", pero no significa que no la quiera escuchar y que no la vaya a valorar, solo significa eso, que no va a afectar mis decisiones y maneras.

Sí. De la persona que me gusta quiero todo: cumplidos, mimos, palabras de cariño. No es búsqueda de reafirmación, es simple y llana búsqueda de reciprocidad. No me voy a sentir más o menos linda, más o menos inteligente, más o menos genial por que me lo diga o me lo deje de decir, pero me agrada que haya una retroalimentación. Sé que la persona que me gusta tampoco necesita que le diga a cada rato cuánto le quiero o cuán interesante me parece, pero me surge hacerlo y lo hago.

El problema con la sensualización es que los varones cisgénero se sienten aludidos. La sensualización quizá todavía no se pensó de modo feminista, pero no deja de ser un espacio conquistado en contra de una aburridísima e innecesaria serie de mandatos sociales y morales que caen sobre los cuerpos feminizados. Celebro la exploración de la sensualidad y lamento que eso nos haga lidiar con una mayor cantidad de sujetos meramente imbéciles o imbéciles y violentos.