lunes, 17 de agosto de 2020

Diario

Sensaciones
Desde finales de mayo hasta principios de julio, me sentía una persona sumida en la inercia. No tenía hambre, pero comía para sobrevivir. No dormía bien. Lloraba muchísimo. Cualquier actividad normal o rutinaria suponía una esfuerzo demencial. Me sentía devastada.
Hubo un día en particular, el 15 de junio, en que me resultó insoportable sentir tanto y tan profundo. Lloré muchas horas. Si estuve despierta 16, debo haber llorado 9 o 10. Es mucho tiempo, es mucho llanto, es mucha energía. Toqué fondo, mi fondo. Hay fondos ajenos más hondos, por supuesto. Pero ese parecía el mío. Pedí ayuda por primera vez.
El hambre volvió y mi ciclo de sueño poco a poco se va ordenando. Me siento mucho menos negativa con respecto al contexto que me fue hundiendo. Me concentro un poco mejor, aunque siempre fui una mujer dispersa. Regulo mejor mis tiempos. Estoy tratando de enfocarme en lo que me satisface: mi trabajo, la oportunidad de una segunda carrera, Katabasis, mis amistades, nuevas lecturas, escribir...
Sí, de repente tengo crisis. No duran diez horas y suelen conjugarse con la llegada de mi menstruación. Pero estoy aprendiendo a sortearlas, sigo aprendiendo a pedir ayuda sin sentir que molesto o que soy excesivamente sintiente como para que alguien pueda lidiar conmigo. Empiezo a creer que todo irá bien.
Lecciones
Por andar llorando y triste y apagada, hice caso omiso de mi inscripción a la carrera que quiero hacer. Es decir, casi pierdo esta oportunidad de seguir aprendiendo, de seguir enriqueciendo mi experiencia conociente. Casi pierdo la noción de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario