Quedé frente al espejo. Levanté la cara despacio. No me gusta verme las pupilas dilatadas por la incertidumbre. De todos modos lo logré y me dije: "Basta. Basta, por favor. No arruines esto. No me arruines esto. Me importa y me hace feliz. Se supone que me querés".
En algún momento me dormí. El suelo estaba tibio. Una campera ofició de sábana. En la cama no habría cabido ahora que me sabía tan valiente. Esa tarde lo llamé y le conté y entonces sucedió. Sucedimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario