Espero que sepas cuánto rezo por vos. No me importa extrañarte o llorar tu presencia porque quiero que estés bien. Ojalá nunca lo olvides. Contás conmigo desde que despertamos hasta que nos sumimos en la nocturna ignorancia de este mundo y sus dolores. Ojalá no te estés olvidando. No quiero fastidiarte, sino esperar el reencuentro. Sabe bien Dios que yo apostaría el alma entera por abrazarte ahora. Pero no le gustan las apuestas ni que reduzca el alma.
Espero que sepas cuánto te quiero y cuánto seguiré queriéndote. Suena desesperado en estas circunstancias, pero lo he venido pensando desde antes... No sé cómo he llegado a la instancia de quererte así. Y, sin embargo, me pasa. En estos momentos lo sufro. Pero la mayor parte del tiempo lo disfruto. Quererte me ha recordado cuánta valentía pide el querer y me ha animado a hazañas imposibles.
Espero que sigas sabiendo cuántos colores hay. Todo se ve gris ahora. También apostaría mis dos ojos por devolverte una visión más bonita. No quiero que sufras. Nada puedo hacer por aliviar tus penas. Ojalá supiera qué se hace. Ojalá tuviera los medios para hacerlo. Pero no, solamente soy una mortal impotente y llena de miedo. Y no basta con estar infinitamente dispuesta a darte bien. Queda lejos de mi alcance decirte cuándo va a estar mejor todo. Tengo fe y, no obstante, me derrumbo a cada rato. No quiero darte eso. Quiero verte en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario