martes, 23 de junio de 2020

Media Luna: 2

A todas las lunas un lobo les reclama el pasado. Nadie sabe realmente qué porción de ese pasado y tampoco si esa luna tuvo culpa alguna. Pero a todas las hacen pagar. Les seducen el oído. Les provocan las mieles. Y les van comiendo poquito a poco el corazón.
Es de los primeros sermones que nos arrojan cuando tomamos forma de mujer. Nos cuidan, podría decirse. Pero no hay condición alguna que pueda interponerse entre un lobo que pone a temblar tus pechos y la luna que yo era en ese momento.
Tenía corazón de luna: claro, bondadoso y tierno. Tenía cuerpo de luna: sensual, despierto y amable. Tenía orejas de luna: débiles, débiles y débiles. El lobo dijo y escuché que sí. Me temblaba el ombligo. Los pechos, también. Y sexo, sobre todo. Palpitaba de deseos y amores. Me confundí. El lobo me estaba mirando. Intepreté como ansias y cariño su más instintiva y despiadada hambre.

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