Mi despertador ya no tiene pilas.
Y mi amor, tampoco.
Me despierto igual.
Espero temblando el colectivo
y veo una ratita muerta.
Yo también era la rata.
Nos atropellaron un auto -a ella-
y la polar indiferencia.
Viajo en el 63 y me olvido.
No hay rata, no hay despertador.
Pero sí hay agujas que ya no marchan.
Pido un último deseo de calor:
que te des cuenta antes
y no tengas que verme congelada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario