Reconozco ese umbral. Alguien me toma la mano. No está detrás, no quiere empujarme. Parece valiente y dispuesto a cruzarlo en el instante en que lo miro.
Reconozco ese umbral. Empiezo a reconocer su nuca delante de mí, alejándose brevemente, hasta que avanzo también. Qué valiente es andar.
Intuyo lo que se aproxima: contacto externo de dos almas que ahora quieren dialogar y que se besan y que se buscan y que se dicen promesas al oído.
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