hay que jugar a las escondidas
con este cuerpo
con este pecho donde laten las rimas
con esta boca que pronuncia besos
con esta silueta que escribe sombras.
Sí, esto me piden:
fingir una existencia etérea
donde no ocupo el barro
donde no doy ningún paso
donde la carne es invención
donde existir es voluntad.
Pero no quiero y me niego:
la finitud calza pantalones
y tiene talle de remera.
Pero no quiero y me niego:
la finitud se desviste
y entonces dice palabras.
Lo ignoran, siguen exigiendo:
hay que jugar al ajedrez
con el cuerpo
con el cuerpo como peón
peón invisible y terciario
jaqueado por la dama.
Insisten muchísimo más:
hay que permitir el eclipse
del barro mortal
por la luminosa luna
de las ideas permanentes
de la esencia universal.
Pero no quiero y me niego:
la finitud escucha o ve
y se palpa de pies a cabeza.
Pero no quiero y me niego:
la finitud es frágil cintura
y por eso dice palabras.
Si no tuviera un vientre
si no fuera una temporada
si midiera más que mi ancho,
¿diría palabras acaso?
Afuera no existo
afuera no creo
afuera no yazgo,
me voy y me callo.
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