No te escondas ni bajes la persiana todavía.
El mal trago de hoy no se detiene en el umbral.
Pero te doy mi abrazo como escudo de mil días
y a los oídos y en secreto te prometo mil días más.
Pará.
Dame la mano un segundo y no te agites tanto.
Ya sé, no puedo nada contra esta línea temporal.
Pero puedo ocultarte en mi pecho durante un rato
y durante otro rato más mirarte dormido y rezar.
Pará.
Estoy rezando una oración que late por tu bien.
Una oración que te tapa los oídos por esta noche.
Hasta mañana te impido que sigas siendo rehén.
Y mañana renuevo la promesa después de las doce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario